Hoy vamos a repasar la carrera del primer jugador drafteado en la historia de los
Charlotte Hornets, marcado por la gran cantidad de lesiones que
sufrió.
Rex
Chapman fue un escolta que apareció en la NBA desde 1988, poniendo punto
y final a su carrera en el año 2000 tras 12 temporadas en la liga.
Durante su carrera militó en cuatro equipos: Charlotte Hornets,
Washington Bullets, Miami Heat y Phoenix Suns. Además de ser un gran
tirador, sus buenas condiciones atléticas le convirtieron en uno de
los mejores “matadores” de la liga, especialmente entre los de
raza blanca, por lo que participó en dos ocasiones en el Concurso de Mates de la NBA. Sin embargo, no pudo exprimir su talento y sus cualidades debido a
las lesiones, que le impidieron tener regularidad en la competición.
“King”
Rex Chapman, como fue conocido, llegó a la NBA al ser elegido en el
número 8 del draft de 1988 por los Charlotte Hornets. Dos años en
los Wildcats de la laureada Universidad de Kentucky le valieron al
escolta para mostrar sus credenciales y llegar a la liga profesional.
Y no es para menos, ya que en su etapa universitaria apuntaba muy
buenas maneras, promediando 17.6 puntos, 3.6 asistencias y 2.6
rebotes por partido, incluyendo una media de 16 puntos en su primer
año, récord de anotación de un novato en los Wildcats. Durante
esas dos temporadas recibió numerosos reconocimientos, siendo
incluido en su segundo año en el tercer equipo del All-American de
la NCAA.
Al
finalizar ese año sophomore en Kentucky, Chapman decidió abandonar
la universidad y probar suerte en la NBA. Los Charlotte Hornets
fueron quienes apostaron por él, seleccionándole en la octava
posición de aquel draft. Esto le convirtió en el primer jugador
drafteado por la franquicia, ya que era de reciente creación tras la
expansión de la liga, y al igual que Chapman, darían en aquella
temporada de 1988 sus primeros pasos en la NBA.
Nada
más llegar a la liga, “el jinete blanco” como le apodaba Andrés
Montes, ya dejó muestras de su talento. En su año como novato
cumplió con las expectativas que generó en la universidad,
consiguiendo promediar casi 17 puntos por partido. Su buena temporada
le valió la inclusión en el segundo mejor equipo de rookies de la
competición, por lo que su progresión iba por buen camino.
La
temporada siguiente, Chapman sufrió una lesión en su pierna derecha
que le hizo perderse un tercio de la temporada. Sería la primera de
la larga lista que le mantuvo entre las canchas y la enfermería
durante prácticamente toda su carrera. A pesar de ello, aquel año
pudo seguir creciendo, ya que durante el tiempo que estuvo sano
promedió 17.5 puntos, mejorando su registro como rookie. Además
dejó destellos de su capacidad atlética y sus virtudes frente al
aro participando en el concurso de mates del All-Star de aquella
temporada, si bien fue eliminado en primera ronda.
En su
última temporada completa en los Hornets fue elegido por los
aficionados mejor jugador del equipo, a pesar de que sus números
bajaron. En Charlotte recibió siempre cariño allá por donde fuera,
y la ciudad se volcó con él en el All-Star del que fue organizador
ese año, cuando Chapman volvió a participar en el concurso de
mates. En aquella ocasión mejoró su participación y finalizó
tercero en la competición.
La
temporada 91-92 fue aciaga para el escolta. Tan sólo pudo disputar
21 encuentros con los Hornets, en los que sus números continuaban
bajando y su progresión parecía estancarse. Una lesión en el talón
del pie izquierdo hizo que la franquicia de Charlotte decidiera
desprenderse de él, a pesar de lo que significaba tanto para el
equipo como para sus aficionados. El 19 de febrero de 1992 fue
traspasado a los Washington Bullets, con quienes sólo pudo jugar el
último partido de la temporada, debido a esa lesión en el talón.
Chapman
llegó con el pie mal a los Bullets, y con mal pie continuó su
andadura allí. La siguiente temporada se perdió hasta 19 partidos
por las lesiones, y promedió 12.5 puntos, lejos de los registros que
logró en sus inicios. En la tercera, sin embargo, volvió a verse al
Chapman anotador y con confianza, a pesar de que volvió a tener que
estar en la enfermería durante 20 encuentros. Durante el tiempo que
estuvo sano logró promediar 18.2 puntos por partido, el mejor
registro de su carrera, siendo el máximo anotador de los Bullets esa
temporada. Volvía a dar su mejor nivel, algo que confirmó en los
inicios de la cuarta temporada en Washington, aumentando su promedio
y logrando el récord de triples de la franquicia. Pero a mitad de
aquella campaña, cuando mejor se encontraba, Chapman vio como las
lesiones volvían a cruzarse en su camino, y apenas pudo jugar
durante el resto de la temporada. Aquel año estuvo entre los mayores
triplistas de la liga pese a perderse gran cantidad de partidos, e
incluso logró anotar 36 tiros consecutivos.
El
verano de 1995 vio como su carrera tomaba un nuevo rumbo al ser
traspasado a los Heat. Si su última temporada en Washington vio cómo
comenzaba jugando y después aparecían las lesiones, en Miami le
sucedió todo lo contrario: se perdió el primer tercio de la
temporada por una lesión en su tendón de aquiles, si bien cuando
regresó pudo disputar el resto de la temporada prácticamente sin
problemas. Consiguió ser el segundo máximo anotador del equipo con
14 puntos por partido, un buen promedio dado el tiempo que había
estado sin jugar. En Miami logró disputar por primera vez en su
carrera los playoffs.
A
pesar de que regresó a un nivel aceptable, los Heat decidieron
cortarle al terminar la temporada. Los Phoenix Suns fueron su nuevo
destino, quienes apostaron por un Chapman que llegaba con un
historial de lesiones que incitaba a pensárselo. Sin embargo, y
cuando más “cascado” podía parecer el jugador, en su primera
temporada en Phoenix las lesiones le dieron algo de tregua. Si bien
es cierto que no le abandonaron, le permitieron jugar más. En su
primera temporada con los de Arizona logró disputar 65 encuentros,
rozando los 14 puntos, 3 rebotes y 3 asistencias. Buenos números,
teniendo en cuenta que a estas alturas de su carrera comenzaba a
tener tanta importancia la cantidad de partidos como la calidad en
ellos.
Pero
el momento álgido de Rex Chapman llegó en los playoffs de aquella
primera temporada en Phoenix, donde se midieron a los Seattle
Supersonics en primera ronda. Chapman promedió 24.2 puntos en la
serie, logrando anotar 42 en el primer encuentro y consiguiendo batir
el récord de triples en un encuentro de playoff con 9 lanzamientos
encestados. Incluso anotó un triple imposible casi sobre la bocina que daba la prórroga a su equipo. El cambio a la posición de alero que le hicieron en los Suns pareció
sentarle de maravilla. Pero a pesar de su gran actuación su
participación finalizó pronto al ser eliminados por los de Seattle.
Tras
aquella explosión en playoff, la temporada de 1997-98 Chapman
continuó con su buen nivel, logrando casi 16 puntos por partido. Las
lesiones continuaron sin darle tregua y se perdió 14 encuentros, si
bien jugaba más que en anteriores años.
Por
desgracia, las dos últimas temporadas del escolta en la liga
estuvieron nuevamente protagonizadas más por las lesiones que por su
rendimiento. 38 encuentros pudo disputar en la 98-99, mientras que en
su última campaña jugó algo más de la mitad, pero una lesión
hizo que adelantase la fecha de su retirada.
Talones,
tobillos, rodillas, dedos, codos, espalda, incluso el apéndice,
hicieron a Rex Chapman ser un diamante que nunca pudo terminar de ser
pulido. En el recuerdo quedará aquella serie de playoff ante los
Sonics, donde le vimos en su máximo esplendor, y que nos dejó con
un sabor agridulce al haber podido disfrutar de su verdadero nivel,
pero no haberlo podido hacer durante más tiempo. Chapman fue el
número uno en la historia de Charlotte... y el número uno en las
enfermerías de sus cuatro equipos.
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